Mi parque azul
Estoy...
sobre el tórax ardiente de la hierba,
sobre su manto, que, bajo el sol,
abriga en lo insólito y profundo del cuerpo:
quietud, y alrededor, mil corredores
de prisas y de voces en sus barcos,
que pasan sobre el eco del espectro,
del gentío y las sombras y el naufragio.
Estoy…
sobre el tórax ardiente de la hierba,
que, bajo el sol, abriga,
en lo insólito del cuerpo:
un cúmulo de vidas palpitantes,
la estatua con su placa, el seto,
los columpios de siempre,
la calidez dormida
entre lo frágil de la arena
del círculo sagrado
(en donde juegan los niños inocentes,
que construyen futuros, cicatrices y órdenes,
castillos encantados, un sueño aparte…);
mientras un pájaro
me observa desde un árbol.
Estoy acurrucado,
frente al pequeño bosque que ha visto:
mi droga azul, mi paz y mi fracaso,
el movimiento del alma, los besos
que di en la juventud y que aún me guardo
(y que ornan en mi recuerdo
toda la soledad que ya ha pasado,
el presagio en mi ser,
y el parpadeo del tiempo que levanta
el hombre en que me encuentro,
y desde el que te miro
en este espejo preso).
Estoy...
sobre el tórax ardiente de la hierba.
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