martes, 24 de enero de 2012

El Caballero Luna


Parpadeo de estaño


No para el universo su carrera,
la tienda de la esquina,
su estrofa la política,
la edad que nos empuja,
ni la lluvia.
No para, amor; no para nada.
Un día en El templo
quise parar el eje
–lo dice el poema--,
detener la polea de la rueda,
que hace girar
la luna sobre el alma;
escanciarme un poco de belleza,
aquí en mi noche blanca.
Pero todo siguió:
los ríos de dinero
en su autopista helada,
la tala de los árboles
que hiere mis palabras,
el deseo de aroma
sobre tu piel callada.
Y aún sigue, amada mía;
no tiene fin.
No para, amor; no para.
Parpadeo de estaño
en el que todo cambia.
Y el sol ahora te quema,
y el viento te amenaza,
y las formas se ocultan
para engendrar su mapa.
De nuevo nacen rosas,
y las nubes se marchan;
en el infierno alguien
encuentra el vaivén que arrulla;
del cielo cae un ángel;
la vida sigue extraña.

2 comentarios:

  1. Un parpadeo rígido, pero al menos siguen creciendo las rosas.
    Bellísimo!
    Te dejo un fuerte abarzo.

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    Respuestas
    1. Siempre he vivido sobreviviendo
      cual Adam expulsado Cristina.
      Y se torna rígido el parpadeo.
      Pero sí, todavía veo lo bonito.
      Gracias por continuar ahí preciosa,
      leyéndome,
      sintiendo lo bello de mis versos,
      descubriendo mis pasos en la nieve.

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